30 de diciembre.
10.36am. Hoy es un día especial. Hace una semana que estoy de vacaciones. No queda casi nadie en la residencia. Llevo tres días haciendo el idiota con la nieve por todo Montreal con Chris (un chico sudafricano que estudia en Lisboa), Luca, Giovanni y Francesca (italianos que están haciendo sus respectivas investigaciones de fin de grado). Esta mañana me he levantado muy cansado, me duele un poco el gemelo izquierdo y la espalda no parece estar muy relajada. Esta tarde hay carrera, pero mi cuerpo ha decidido que sea un poco más emocionante.
11.48am. Chris ha venido a buscarme a la habitación para salir a desayunar. Cuando estábamos cruzando la calle frente a la residencia hemos decidido por unanimidad que hacía demasiado frío para salir a la calle (tardía decisión, como siempre). Con un brownie de la cafetería de la residencia en cada mano, me doy cuenta de que si ahora, a las 12 de la mañana, estamos a -9ºC y hace tanto viento que no se puede estar en la calle, en la carrera de esta noche a las 5.30pm va a ser infernal.
1.49pm. Lo que era el desayuno se ha convertido en un brunch que no parece tener fin. Entre sobras de las comidas y cenas de Navidad, pasta con beicon de ayer y dulces de toda Europa, me siento llenísimo. Al menos la carrera es solo de 5km, aunque los verdaderos problemas van a ser el desnivel y el frío. Siempre intento hacer cosas que me ayuden a llegar bien al momento de salir a correr, pero en estas circunstancias y fechas no hay manera.
3.20pm. Me he puesto 3 capas de pantalones y mallas largas, dos camisetas térmicas y una chaqueta cortavientos, unos calcetines de esquí y el gorro más caliente que tengo. Me parece poco, pero si me pongo algo más no voy a poder correr. Salgo con Chris, que viene a hacer fotos a Mont-Royal (el cerro que da nombre a la ciudad y en el que se realiza la carrera) y vamos a una tienda del centro a ver si Chris puede comprar ropa de esquí. Estamos en «Cyber week» y las tiendas son una locura.
4.35pm. Se nos ha hecho tarde en la tienda de deportes y ahora nos toca correr. Normalmente nos llevaría media hora subir hasta la cima de Mont-Royal, y llegaríamos a tiempo para la salida a las 5.30pm, pero ayer nevó y hoy es especialmente difícil subir por las empinadas calles que nos llevan a la montaña.
5.10pm. Llevamos un buen rato corriendo los dos cuesta arriba, me encuentro bien, mejor de lo que esperaba. Igualmente, el equilibrio entre llegar a tiempo a la salida y no cansarme en exceso lo estoy perdiendo por momentos, y eso me preocupa, en especial si tengo en cuenta lo atento que voy a tener que estar con el hielo por el camino y la concentración que ahora mismo no tengo. Por otro lado, el frío es excesivo. Cuando respiro por la nariz noto cómo se congelan los pelos de toda la nariz. Es una sensación extraña, divertida, pero preocupante. Mis mejillas no parecen mías, y tengo que apretar la cara para sentirlas vivas (al menos) mientras mis piernas y mi espalda empiezan a sudar por el ejercicio, que es lo que más miedo me da esta noche.
5.31pm. Acabamos de llegar al Belvedere de Mont-Royal y la gente ya está lista para la salida. Le doy un abrazo a Chris y me meto entre los corredores, para adelantar a todos los que van a hacer el recorrido caminando lo antes posible. Me falta el aliento, pero sé que la primera mitad de la carrera es bajar hasta el pie de la montaña, y que tendré tiempo de recuperarme un poco. No sé si estoy nervioso por la nieve, el hielo, la noche, la gente o por cómo me encuentro. De todas formas, eso da igual mientras consiga no congelarme. Escondo la cara en el cuello del cortavientos, me bajo el gorro hasta los ojos, mis manos desaparecen en las mangas azules de mi prenda más preciada esta noche y salto un poco en el sitio esperando a que den la salida. No sé qué esperar de esto.